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El ex presidente checo, Václav Klaus, platicó de cómo logró privatizar absolutamente todas las empresas de su país y sobrevivir al intento tras el colapso del bloque comunista, y de cómo programó –con la debida anticipación– la partición de la antigua Checoslovaquia en República Checa y en Eslovaquia y nuevamente salir ileso.

Ésta es la entrevista con uno de los estadistas europeos que han captado la atención de reconocidos centros de estudios políticos y económicos del mundo que lo ven como un artífice del cambio.

– ¿Qué piensa usted de que el nacionalismo de alguna manera obstruye las privatizaciones? Hay una firme creencia de que las empresas estatales son parte del bien común.

Nosotros privatizamos prácticamente toda la economía porque teníamos el ciento por ciento de empresas en poder del Estado. ¿Cómo explicarlo? Lo invito a que nos remontemos a la Praga del 28 de noviembre pero de 1989.

Allí no había ni un sólo banco privado, ni una sola siderúrgica privada, ni una sola planta industrial privada, ni una sola cafetería privada ¡Ni un solo taller automotriz que no fuera del Estado!

Tuvimos que privatizar absolutamente todo, fue una privatización total, no sólo de un monopolio petrolero como el que hay en su país que, como yo lo veo desde ese contexto particular, me parece un reto mucho más fácil, realmente.

Siempre he dicho que Margaret Thatcher fue una verdadera heroína en ese campo, pero ella privatizaba tres o cuatro empresas al año. Nosotros tuvimos que privatizar ¡de tres a cuatro firmas por hora! para cambiar totalmente la estructura y el sistema económico de nuestro país.

– Llegó al punto al que yo quería llegar. ¿Qué piensa usted del nacionalismo en la industria petrolera de México?

– Estoy al tanto del problema de Pemex y de que hay otras grandes empresas petroleras monopólicas similares en Brasil, en Venezuela y en otros países latinoamericanos. Yo no pienso que ésa sea una forma muy eficiente de hacer negocios ni llamaría a todo eso nacionalismo. Yo no mezclaría ese concepto con todo lo anterior.

– ¿Cuál es su punto de vista al respecto?

– No soy experto en la industria petrolera, ni soy experto en México, pero entiendo que los políticos mexicanos se acostumbraron a usar a la empresa para financiar todo tipo de gastos gubernamentales en lugar de promover un sistema fiscal racional. Ésa es mi lectura del caso mexicano visto desde la distancia.

Pero a partir de algunos datos que he estado estudiando, pienso que un monopolio petrolero estatal de ese tipo no es muy eficiente y que no está invirtiendo mucho. Entonces yo sugeriría que lo privatizaran. Y como yo fui ‘el padre de las privatizaciones’ de mi país, evidentemente pienso: ¿por qué no privatizar su gigante petrolero?

– En un mundo globalizado ¿qué tan importante es el concepto de soberanía?

– Nosotros carecimos de ella durante siglos y especialmente en las últimas décadas de la era comunista. A tal grado que nuestro sueño durante la era comunista era volver a ser un país soberano e independiente después de ese periodo tan trágico que fue manejado desde Moscú.

Entonces para nosotros la soberanía es un valor muy importante que definitivamente tratamos de preservar.

EUROPA

– ¿Podría hacer algún paralelo entre lo que fue el bloque soviético y lo que hoy es la Comunidad Europea?

– No quiero hacer paralelos baratos, definitivamente. Estamos hablando de mundos muy distintos, porque el sistema totalitario era sumamente diferente. Pero si se le mira estructuralmente sí hay algunas similitudes.

Si hacemos el paralelo en el ámbito de la toma de decisiones podemos ver que en Bruselas nos estamos haciendo más y más centralizados. Es un movimiento permanente y continuo hacia lo que se conoce en Europa como ‘una unión siempre más cercana’, que no nos tiene muy contentos porque nos causa grandes problemas no sólo en el ámbito económico sino también en relación a la democracia.

A veces se debate en Europa sobre la falta de democracia, sobre ‘el déficit democrático’, como se le dice ‘oficialmente’ incluso en Bruselas. Yo diría que es mucho más que eso. Yo diría que el sistema con el que hoy se rige Europa se opone a la democracia.

– ¿Cómo describiría el hecho de que se opone a la democracia?

– Los votantes están muy muy lejos del proceso de la toma de decisiones. Y la mayoría de las decisiones se toman en un país remoto, en una ciudad remota que es Bruselas.

Y en cuanto al Parlamento Europeo no es realmente un parlamento porque no existe un ‘Demos Europeo’. como el que requiere un parlamento. Lo que hay allí es tan sólo un parlamento sustituto, no es un parlamento real.

Sentimos que allí las decisiones se toman de una manera burocrática por gente que ni siquiera fue elegida. Y eso es una fuente de grave frustración, especialmente en algunos de los países poscomunistas.

Entonces el tema de la libertad probablemente sigue muy vivo en el resto de Europa, porque nosotros padecimos un mundo sin libertad, sin freedom, sin liberté, sin la libertad, como dicen ustedes. Eso nos hace muy sensibles si no es que hipersensibles al tema.

– ¿Entonces la experiencia de libertad sería distinta para un checo y para un belga?

– Probablemente. Yo lo pondría de esa manera.

– ¿Qué le preocupa más a usted sobre esta idea de Integración Europea?

– Diferenciaría dos partes, dos aspectos, y me referiría además al timing, porque la integración europea tuvo dos fases.

La primera fase de la integración europea fue positiva porque fue más bien un proceso de liberalización que destruyó las barreras que había en las fronteras de los países europeos en lo individual.

– ¿También las barreras al comercio?

– Pero no creció solamente el comercio de bienes y servicios, sino también el libre movimiento de las ideas y de la gente. Definitivamente la idea original de la integración europea que se acuñó en la II Guerra Mundial fue positiva.

El problema es que el proceso de liberalización empezó a convertirse cada vez más en un proceso de centralización, de unificación. Y es allí donde yo marco la diferencia entre ambos conceptos: uno es la integración y otro muy distinto es la unificación.

Estoy muy a favor de la integración europea pero estoy muy en contra de la unificación europea, cuyos errores están hoy a la vista de todos. Como el error cometido con la migración de divisas en Europa, que es bastante visible en el proceso de unificación monetaria de Europa que, por supuesto, es un desastre.

– ¿Hacia dónde cree usted que va la unificación en Europa? ¿Vamos a ver en los próximos años a un Jefe de Estado Europeo y a un Ejército Europeo Unificado?

–No lo sé, prefiero detenerme antes de hacer pronósticos. Vayamos paso a paso. Esto comenzó de manera dramática con el Tratado de Maastricht (7 de febrero de 1992). Ése fue el punto de inflexión, otro paso más en la dirección equivocada.

Y luego el principal vehículo de este proceso fue la creación de una moneda única para una entidad tan heterogénea como es Europa. Pues resulta imposible tener una sola moneda para 27 o 28 países tan distintos económicamente.

– Usted usa el término euroesclerosis. ¿Por qué cree usted que en el horizonte no parece haber una solución para la crisis económica de Europa?

– Yo diría que hay varios aspectos del problema. Uno de ellos es la sustancia lógica de la estructura del sistema económico dominante en Europa. Pero ése es sólo uno de los problemas, porque en el ámbito económico y social también hay muchas dificultades.

La otra parte del problema es el modelo de integración de Europa: el salto de la integración hacia la unificación. Son dos aspectos problemáticos. El término euroesclerosis se usa más en relación al aspecto económico y social del problema.

– ¿Cómo ve el futuro del sistema monetario europeo y de la moneda única?

– Los sistemas irracionales pueden existir durante mucho, muchísimo tiempo. El comunismo existió como un sistema totalmente irracional e ineficiente durante décadas y más décadas. Y a lo largo de todo ese tiempo nosotros deseábamos que se colapsara para poder avanzar hacia una sociedad libre.

Sin embargo, duró más de cuatro décadas en mi país y más de siete décadas en la Unión Soviética.

Entonces no quiero hacer pronósticos de lo que va a pasar con la Eurozona y con la moneda única de Europa. Pero puedo decir que ese sistema es extremadamente costoso, ¡extremadamente!, y que esos costos se han ido incrementado dramáticamente.

Y no estoy totalmente seguro de que Europa seguirá siendo lo suficientemente rica como para financiar, en el futuro previsible, un sistema monetario tan irracional. Yo no espero el colapso del sistema de la Eurozona, pero si sé que el precio que Europa va a pagar va a ser muy alto. Lo estamos viendo en el estancamiento económico con prácticamente cero crecimiento económico desde 2008 y 2009 para muchos países europeos.

– Sobre la división de Checoslovaquia en dos países y el rompimiento de su unión monetaria, ¿el problema fue tan difícil de resolver como dicen?

– Es una pregunta interesante porque yo era ministro de Finanzas en el momento final de la disolución política, fiscal y de la unión monetaria de Checoslovaquia. Y veo que hoy todos hablan de la división de Checoslovaquia como una división política, lo cual es verdad.

Sin embargo, Checoslovaquia era también una unión monetaria con moneda propia, la corona checoslovaca. Nosotros queríamos conservar la moneda pero nos dimos cuenta de que no iba a ser posible, entonces recomendé a todos que dividieran la moneda en dos partes, como parte de un proceso de reorganización técnica y administrativa que resultó muy simple de llevar a cabo.

Pues para nadie de la extinta Checoslovaquia, y de lo que hoy es la República Checa y Eslovaquia, el asunto de la división de la moneda fue un gran acontecimiento.

En términos prácticos la gente ni siquiera se dio cuenta de eso. Por eso estoy absolutamente seguro de que hay una solución para países como Grecia– e incluso una doble victoria– si se decidieran a abandonar la Eurozona. El problema es que prevalece el temor a una solución así.

– ¿Usted vivió en la transición del comunismo al capitalismo. ¿Qué tan difícil fue romper con el pasado?

– En primer lugar, quiero decir que el comunismo no fue realmente derrotado, aunque mucha gente quiera erigirse en el héroe que lo derrotó. El comunismo se colapsó, se derritió, estaba tan débil, tan ineficiente, tan incapaz de defenderse a sí mismo, que colapsó.

“Evidentemente que en ese contexto no fue difícil deshacerse de las viejas instituciones porque realmente no había nadie dispuesto a defenderlo.”

FUENTE: americaeconomia.com