México está siendo rebasado por la violencia del narcotráfico y la corrupción. El reciente gasolinazo ha puesto las piezas de la frágil reforma energética en “modo crítico”. Cuando en 2012 Enrique Peña Nieto dijo que en el marco de los cambios propuestos en el sector energético “bajaría el precio del combustible” y que “la energía será más barata”, no dejó de despertar expectativas que hoy parecen estar cobrándole la factura en medio de una gran conflictividad.

Esta conflictividad por supuesto que ha puesto en cuestión la reforma energética de EPN, una de las propuestas más paradigmáticas de este mandatario que recién posicionado habló también del “mexican moment”, el paraguas dirigido a privatizar el sector de los hidrocarburos y la electricidad para poner fin al monopolio estatal y rediseñar un nuevo modelo económico. Por el momento y aunque el gobierno diga lo contrario, la reforma energética está en el ojo del huracán.

A su favor y sin apaciguar las aguas turbulentas, el gobierno de EPN dice que la liberalización de los combustibles estaba prevista en la Ley de la Reforma Energética, aprobada junto a su elección, y que la fluctuación del precio de los combustibles estará más apegada a lo que suceda con los precios internacionales. Precisó que los precios reflejarán los costos de calidad, distribución, además de impuestos y el margen de ganancia de las estaciones de servicio, junto a una diferenciación regional en la perspectiva de consolidar un mercado abierto de gasolinas.

De manera que transitar del monopolio estatal de los hidrocarburos hacia un mercado libre de combustibles, habla de un aumento en los precios de las gasolinas y de que ya no habrá monopolio en el aprovisionamiento de gasolina y que existirán varios proveedores. La senda hacia un mercado abierto implica la reducción del subsidio a los combustibles, por parte del Estado mexicano, de manera inobjetable.
Si uno lee detenidamente la reforma energética de EPN entiende que, en efecto, esto era lo que iba a ocurrir. Sin embargo, la iniciativa no estuvo exenta de demagogia que distorsionó  algunos conceptos y ahora, a título de consolidar nuevos derroteros, el gobierno no puede resolver su falta de credibilidad y el descontento frente a precios altos del combustible, encareciendo la vida de los mexicanos, ha servido para exacerbar odios políticos, demandas pendientes, y liderazgos nuevos.

La situación no será sencilla para México de aquí para adelante ni se resolverá solamente con un simple cambio de timón en el palacio presidencial. México es hoy algo más que una transición de un modelo estatal a un mercado abierto de los combustibles: es la síntesis de que algo está fallando en los gobiernos latinoamericanos que no han podido resolver problemas estructurales como la pobreza, el reducido acceso a la educación y a la salud y que no han logrado un mundo más estable ni equitativo.

Por el momento y como refiere una nota de Expansión, México “aún no es un mercado abierto. ”Anuncia que el precio máximo de los combustibles será aplicado hasta que quede liberado el precio a partir del 30 de marzo, según la zona y la cronología establecida y aclara que el proceso contempla cinco etapas, las primeras dos en el norte, la tercera y cuarta en el centro y occidente, y la última en la península de Yucatán.

Asimismo, agrega que los actuales precios máximos funcionarán hasta el 3 de febrero de 2017, después se harán dos actualizaciones semanales en las primeras dos semanas de ese mes y asegura que a partir del sábado 18 de febrero se determinarán de manera diaria, en la ruta “gradual” establecida por la mencionada reforma energética. Habrá que ver el escenario con cautela y aprender lecciones.

FUENTE: EL DIA 

AUTORA: VESNA MARINKOVIC